miércoles, 11 de septiembre de 2013

Centro delantero



Foto de Kim Strong, 2012 (Museo de Arte Mexicano, Chicago)

Desperté junto a Leonardo, estábamos desnudos y la cercanía de su cuerpo al mío hizo que los vellos que rodean mi ombligo danzaran como viborillas amaestradas: su brazo descansaba mórbido sobre mi pecho y su rodilla izquierda gravitaba muy cerca de mis testículos. Era una cercanía que acariciaba y estremecía, que me mantenía inmóvil junto a Leonardo, de quien sabía todo lo que me interesaba saber. No era mal amante, aunque cuando el momento oportuno se presentara le daría algunos consejos que con el tiempo me sabría agradecer: la técnica, por muy buena que sea, es susceptible de mejorarse; lo mismo ocurre con el cobro de los tiros libres, pues hay maneras de perfilarse, de patear el balón e incluso de mirar el esférico inmóvil que aguarda el golpe del empeine. La próxima semana jugaremos las semifinales tras una larga temporada; estoy casi seguro que este año sí conseguiremos el ascenso. Desde que Leonardo llegó al equipo nuestra ofensiva ha doblado su productividad y mi vida se ha convertido en un constante estremecimiento.