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La fraternidad Alpha Phi Omega en pleno arranque de orgullo |
Sólo hasta hace poco (por mi daltonismo e hipermetropía sociales) comencé a notar ciertas particularidades que me
llevaron a inquirir sobre la naturaleza de las famosas fraternidades y
sororidades de UNC-Chapel Hill, institución que está catalogada como una de las
cinco mejores universidades públicas de la nación. Algo muy concreto llamó mi
atención: la gran mayoría, por no decir que la totalidad, de los miembros de
estas cofradías universitarias son jóvenes blancos. Las fraternidades y sororidades de las universidades estadounidenses son un fenómeno interesante no sólo en términos de entretenimiento académico o de cultura pop norteamericana. Los nombres de estas organizaciones sugieren muy poco sobre el orden interno que las rige, de modo que Tau Kappa Epsilon o Sigma Phi Epsilon, más allá de la referencia al alfabeto griego, no dice nada con respecto a lo que ocurre en el interior de las fraternidades y sororidades más famosas en el ámbito universitario estadounidense.
Tras una exhaustiva investigación en los sitios web de algunas de estas fraternidades y sororidades, descubrí que no cualquiera tiene el privilegio de ingresar a este ámbito fraternal elitista regido por los intereses socioeconómicos y la banalidad. Mis sospechas fueron confirmadas tras un encuentro casual con un profesor universitario argentino que fue miembro de la prestigiosa Kappa Sigma. Después de relatarme su experiencia y sus impresiones en la conocida fraternidad, Be Efe (seudónimo) me pidió que no revelara su nombre ni su ciudad de origen, salvo que es argentino y que llegó a Estados Unidos con una beca deportiva y el propósito de obtener una licenciatura en Administración de Empresas. Después ya no pudo, o no quiso, regresar al Cono Sur y terminó enfrascado en estudios de postgrado primero en Hawai y luego en Chapel Hill, donde en la actualidad labora.
Be
Efe, cuyos ojos azules se mueven con nerviosismo, declara sin rodeos que no es
fácil ingresar a una de estas fraternidades, y menciona dos factores que son
esenciales para que la postulación de un candidato prospere. Como todas las
esferas sociales elitistas, las fraternidades reciben con agrado a gente que
proviene de familias adineradas, mejor si tienen amistades o relaciones
familiares históricas con la fraternidad. Siempre ayuda a un graduado del
bachillerato que su padre, actual gerente de una empresa importante, haya sido
miembro de la casa: el nepotismo se celebra y hasta cierto punto se exige. Lo
que a mí me parece “un club privado”, a Be Efe se le figura un sistema de
relaciones sociales donde se reparten privilegios y se decantan amistades que
harán que los miembros de las fraternidades obtengan un trabajo estable al
completar sus estudios.
Con
una sonrisa socarrona en el rostro, aderezado con su acento argentino, Be Efe me
confiesa que estas fraternidades también son microinstituciones de segregación
social. Y añade que para poder ingresar, además de tener dinero o un apellido
influyente, otro requisito indispensable es ser blanco, y añade que es una gran
hipocresía pensar que la sociedad estadounidense es post-racista o que ha
trascendido las desigualdades socioeconómicas que aquejan a las mal llamadas
“minorías” del país. A mi pregunta de quiénes seleccionan a los iniciados, la
respuesta de Be Efe es simple: los mismos miembros eligen a las nuevas camadas
con base en sus intereses y preferencias como grupo de élite social, y agrega
que en realidad quienes integran estas selectas casas no han hecho méritos y
posiblemente tampoco son individuos brillantes con un intelecto privilegiado.
Be Efe describe al miembro promedio de las fraternidades de prestigio como
chicos gregarios, proclives a las festividades, al alcohol y al consumo
mesurado de drogas, con convicciones políticas conservadoras, blancos y con
dinero familiar, que no se esfuerzan demasiado porque ya tienen el futuro
asegurado. Un estudio de 2006 publicado en el American Journal of Economics and Sociology demostró
que la competencia académica y las calificaciones de los miembros de una
fraternidad o sororidad están por debajo de los estudiantes que no pertenecen a
una de estas organizaciones; sin embargo, los miembros de las fraternidades y
sororidades encuentran un trabajo bien remunerado con mayor rapidez.
Algunos
pueden argüir que al tratarse de “organizaciones privadas” los miembros pueden
establecer sus propias reglas. Estoy de acuerdo, lo único que llama mi atención
es que en un país tan orgulloso de su sistema meritocrático, donde las
universidades celebran los logros de cualquier calibre tanto de profesores como
de estudiantes, existen fraternidades de prestigio que justo en la nariz de las
instituciones universitarias burlan este principio tan hipócritamente difundido.
Hay también fraternidades y sororidades para minorías, pero ya en el nombre y
en el enfoque mismo de estas organizaciones se sugiere su naturaleza de choque
y, hasta cierto punto, también de resistencia. Además, que hayan organizaciones
para minorías no mitiga el hecho de que en las fraternidades y sororidades de
prestigio, donde se reparte el pastel con más crema, la holgazanería de sus
miembros sea recompensada y celebrada.
Camino
junto a Be Efe a lo largo de una famosa avenida de Chapel Hill, donde se suceden
casas de tres plantas que pertenecen a fraternidades y sororidades conocidas.
Nos detenemos un momento frente al porche de una casona con un jardín
impecable; en el vado hay tres automóviles BMW casi nuevos. La escena es digna
de ser plasmada en una pintura realista norteamericana: un grupo de chicos, en
su mayoría rubios, con la piel rosada o pálida, juega una variedad
estadounidense de la petanca. Visten polos, pantalones cortos tipo
caquis, zapatillas de esas que llaman de pescador; todos sostienen una cerveza
en la mano y sueltan carcajadas tan grandes como el cielo. Le pregunto a Be Efe
si yo hubiera podido ser parte de tan amable pintura. Sonríe, sarcástico, y me
responde que lo más probable es que no, porque no soy muy blanquito que
digamos…
Muy interesante, Francisco. Este es un tema que no se ha tratado mucho en el ámbito político, pero es lógico que con tales reglas arbitrarias de membresía se den abusos o haya cierta continuidad retrógrada. Es un asunto que requiere mayor exploración.
ResponderEliminarVíctor: ¿Escribirás algo al respecto? ¿Cuál piensas que es el papel social de las fraternidades? Este tema me interesa bastante, pero mis limitaciones periodísticas no me permiten analizar el fenómeno con más efectividad. Saludos.
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