lunes, 31 de marzo de 2014
ENP 3 “JUSTO SIERRA”: extraordinarios
Esta es una historia basada en puros hechos reales, sin embargo, como siempre ocurre, la memoria ha recubierto con su barniz desfigurante lo que a continuación escupo:
El Charro:
adolescente bigotón y bajito
jugador emperrado de squash
enamorado de una muchacha bonita cuyo nombre es o era Soledad
El Charro
estudiante huevón y desinteresado
su nombre es o era Saúl
el apodo
lo abrazó
(a Saúl)
porque durante una obra de teatro de la prepa tres
brincó al escenario, Saúl, con un perimetral sombrero de charro
entonces El Charro
emperrado jugador también de billar
sólo en los billares del otro lado de Eduardo Molina
del otro lado de la prepa
billares donde El Charro, El Tohuí y yo gastábamos nuestro dinero
de huevones estudiantes de preparatoria
El Charro
entre bicho y bicho
y silencioso vaciado de las buchacas
Saúl
El Charro
le dijo a El Tohuí y a mí
nos dijo el cabrón
que como íbamos a reprobar química y ética
que como el billar y Soledad consumían nuestras meditaciones
de pusilánimes jugadores adolescentes de billar
El Charro
nos convenció de ir a buscar al porro:
un chacal con pinta de briago que según el mito cargaba FUSCA
El Charro
nos convenció de ir a buscar al porro
con pinta de briago
para que nos vendiera los exámenes extraordinarios
de
química
y
ética
porque como todos saben o sabían
los exámenes extraordinarios no cambian o cambian poco
por eso fuimos con el briago porro con FUSCA a preguntarle
“¿cuánto?”
y el porro briago nos miró
(lo supe)
nos miró como un PERRO porro que la verdad no carga FUSCA
nos miró sólo como un briago perro hijo de la chingada
y con los mismos ojos y con una voz de briago maldito dijo
“doscientos pesos por cada pinche examen”
(El Charro, El Tohuí y yo nos quedamos viendo como zonzos:
El Charro pensando en Soledad
El Tohuí pensando en que no podía pensar en Soledad
y yo pensando en que Soledad tenía novio
y que no teníamos tantos pesos para los extraordinarios
del briago porro con FUSCA fantasma)
así que en la noche le dije a mis padres
“necesito dinero para ir a una excursión obligatoria a Puebla”
me preguntaron que para qué clase
“historia de México”
entonces mi mamá le dijo a mi papá que me diera el dinero
pero antes de la descarga de billetes de a cincuenta pesos
me preguntó, mi papá, porque le gusta chingar, que me iba a dar el dinero
después de que le contara
lo que había aprendido
durante el semestre
en la clase de historia de México
y como respondí que no me acordaba, mi jefe, mi papá, replicó con un tono mamón
“cómo te voy a dar dinero para la excursión de una clase donde no aprendes nada”
así que desvié la mirada hacia mi mamá y escupí una pendejada del tipo
“por eso no me gusta decirle nada a mi papá…”
pendejada verbosa que mi madre secundó con un
“si de todos modos le vas a dar el dinero para qué le pones condiciones a tu hijo”
“bien dicho, mamá”, pensé, y luego volví a pensar
“¿por qué los padres, por sus puros huevos, se quieren hacer pasar como muy chingones?”
y tras torcer la boca mi papá descargó los billetes en mi mano con sarcasmo
y añadió: “le doy dinero al niño para que se vaya de excursión a Puebla a echar relajo con sus
amigos de la prepa…”
qué pensé cuando tuve el dinero en la mano es un enigma
pero muy válido sería imaginar que por mi mente pasó algo como
“pero si este cabrón de seguro hacía lo mismo en la prepa…”
luego el tiempo pasó dando brincos
y una tardecita El Charro, El Tohuí y yo nos encontramos con el porro
con pinta de briago
para intercambiar la lana
por los extraordinarios de química y ética
luego nos fuimos al bicho del otro lado de Eduardo Molina a llenar buchacas
y escuchar las bachatas que el ruco serio dueño del billar ponía a todo volumen
Chichí Peralta:
Procura seducirme muy / despacio / y no reparo de todo lo que en el acto te haré /
procura caminarme ya / como ola del mar / y te aseguro que me hundo para siempre en tu rodar…
música de billar
Chichí Peralta
procura ser parte de mí / y te aseguro que me hundo en ti
visionario El Charro
chavo bigotón y bajito
enamorado de una muchacha bonita que se llama o llamaba Soledad
mi corazón se acelera (Chichí Peralta: “Procura”)
visionario El Charro
emperrado jugador de squash y billar
Saúl también se mordía las uñas
y decía con afilada frecuencia
“a huevo / chicharrón con pelos / hígado con pus / pata de elefante…”
visionario, El Charro: los tres reprobamos química y ética
pero ya habíamos hecho copias de los extraordinarios
que nos vendió el porro briago cabrón sin FUSCA
por eso el día de los exámenes llevábamos respuestas
memorizadas
en nuestras mentes de chavos huevones de preparatoria
pero también Juan Luis Guerra en el bicho del ruco serio:
Te regalo una rosa / la encontré en el camino / no sé si está desnuda / o tiene un solo vestido / no / no lo sé
El Charro enamorado de Soledad
El Tohuí sin poder pensar en Soledad
y yo pensando que Soledad tenía novio
un espacio de luz / que sólo llenas tú / ayayayay
te regalo mis manos / mis párpados caídos / el beso más profundo / el que se ahoga en tu
gemido / ohohoi
El Charro
El Tohuí
yo
terminamos la prepa (ENP 3 “Justo Sierra”) después de la HUELGA
El Charro: química 7 y ética 8
Tohuí: química 8 y ética 7
yo: química 8 y ética 9
el examen del porro briago cara de perro sin FUSCA era casi el mismo
que nosotros
(chavos) (de preparatoria) (huevones) (emperrados jugadores de billar)
hicimos sin menoscabo de culpa
El Charro quería ser maestro de educación física
(según él)
para tener muchas estudiantes bonitas
El Charro terminó la prepa con 6.9 de promedio y ya no pudo ir a la universidad
sabemos o sabíamos que el promedio mínimo de admisión es o era 7
El Charro terminó manejando el microbús de su papá en Ecatepec
la última vez que escuché de El Charro
fue una noche que me llamó por teléfono
desde Ecatepec
para decirme que estaba pedo con una muchacha a la que había embarazado
cuyo nombre no era Soledad
luego
después de esa llamada
El Charro
chavo bajito y bigotón
una vez enamorado de una muchacha bonita que se llama o llamaba Soledad
desapareció del mapa y nunca más volví a escuchar su voz de niño de nueve años
El Tohuí terminó la prepa con 7.3 de promedio y entró a la carrera de arquitectura en
CU
vía pase automático
nos encontramos dos o tres veces en ciudad universitaria
y se sorprendió de que YO hubiera dejado de ser un tremendo desmadroso
y me dedicara a leer
y pasara tiempo en la biblioteca
y supiera palabras como hermenéutica e inmanente
la última vez que vi a El Tohuí
(su nombre en el acta de nacimiento dice Ángel Ortiz)
fue en el comedor de la facultad de arquitectura
hablamos del pasado y de El Charro
del bicho
Tohuí no se acordaba de Soledad
luego nos fuimos cada uno por nuestro lado
y lo último que supe de él fue que no terminó la carrera
por puro huevón
yo terminé la prepa con 7.6 de promedio
entré a la carrera de Ciencias de la Comunicación
en CU en
la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
vía examen de ingreso
(mi papá me pagó un curso, en Bucareli, cerca del Café Habana, de tres semanas, para que me regularizaran, para que según me prepararan para el examen de admisión a la UNAM, un poco sí me regularizaron, seguro que sí, pero lo que mejor recuerdo es la palabra bórax y a la muchacha bonita, de nombre Noemí Laguna, que nos regularizaba en las materias de español y literatura, Noemí Laguna, estudiante de sexto semestre de letras hispánicas, que invité al cine, que me dijo que sí, y que vi por última vez en los torniquetes del metro de la estación Cuauhtémoc, línea rosa...)
CONCURSO: UNAM: 8 a.m.
(entré a la UNAM de puro panzazo / el puntaje más bajo de la lista de admitidos / brinqué cuando miré mi panzazo en la gaceta oficial)
entré a la UNAM no por pase automático
por pendejo (la pura verdad)
porque no sabía que yo merecía semejante empujón a los hornos universitarios
después dejé la carrera y volví a hacer el examen de ingreso / de admisión
para cambiarme a letras hispánicas en CU
en la Facultad de Filosofía y Letras
en la UNAM
pero esta vez ingresé con paso tranquilo y sin dar ningún brinco
y eso que NUNCA terminé una carrera en la UNAM
“Por mi raza / hablará el espíritu”
eso, concluir una carrera, lo hice en Portland State
lejos muy lejos en un lugar donde llueve o llovía a madres
lejos del bicho
y de El Charro
y de El Tohuí
y del porro briago sin FUSCA
y de Soledad
y de la estación del metro Cuauhtémoc
y de CU
lejos de la química y la ética que reprobé por haber sido un chavo huevón emperrado con el billar
y concentrado en chingar a los demás, como a Maya Carbajal y a El Babash…
(discúlpenme, Maya Carbajal y Babash, por haber sido tan ojete con ustedes...)
lejos de la ENP 3
escuela nacional preparatoria
número tres
JUSTO SIERRA
miércoles, 26 de marzo de 2014
LOS CIMACIOS: acotaciones a un texto inédito
… la imagen comenzó con el recuerdo de los nidos, de golondrinas, de los cimacios de la casa de verano de mi abuela, en Ciudad Hidalgo, Michoacán. ¿Qué es un cimacio? Esto lo descubrí, o lo construí en mi mente, después, porque cuando vi los nidos de las golondrinas en la casa de mi abuela los cimacios no existían. Los descubrí muchos años después leyendo los Huesos de sepia de Eugenio Montale, incluso recuerdo el día y los contornos de mi encuentro con el poeta italiano (pero esta es otra historia y he llegado al punto de evitar que mis historias se mezclen y engendren, quizás, mutaciones memoriosas que en un futuro cercano devoren, con mandíbula chica, retazos enteros de mi vida pasada). La primera ocasión que vislumbré los cimacios fue en “Felicità raggiunta…”, quizás mi poema más querido de Montale:
è dolce e turbatore come i nidi delle cimase
Durante mucho tiempo estuve convencido de que los cimacios eran pájaros... Influido por mi ignorancia juvenil y mi resistencia a consultar un diccionario para aclarar lo que parecía claro para mí, los nidos de los cimacios del poema me hacían recordar los nidos de las golondrinas de la casa de mi abuela: en mi ignorancia imaginativa, le confería a los cimacios características analógicas a las de las golondrinas: ave de despedida, un poco tristísima, evocadora de un retorno que permanece siempre postergado. Algo parecido me ocurre con los oleandros (pero esta es también otra historia…). Y justo hoy, miércoles 26 de marzo de 2014, la duda asaltó mi lectura del poema de Montale. Escuchar la “Felicità raggiunta” en la voz de una mujer, cuya sonrisa me deja desarmado, voz ajena y aún poco familiar, me llevó a reconstruir las imágenes que hasta el día de hoy había conservado como inconmovibles. Por eso abrí el diccionario más autoritario de nuestra lengua y busqué nueva esperanza; abrevio:
1. m. Arq. gola (moldura en forma de s).
2. m. Arq. Miembro suelto, con ábaco de gran desarrollo, que va sobre el capitel, con aumento del plano superior de apoyo. Es elemento medieval casi constante y típico.
Cimacio no es un pájaro, es una “gola”, un “miembro suelto que va sobre el capitel”, pero la ignorancia todavía me parece más deseable, tan deseable como la voz ajena que leyó el poema de Montale sólo para mí. Recuerdo al “Domador de versos” del entrañable Leolo de Jean-Claude Lauzon, un hombre que recorre las calles acariciando y escrutando los deshechos que la gente deja tras de sí; de esta manera, a partir de esta recolección de lo indeseable, el Domador descubre a Leolo, sus versos, sus melancolías y su constante batalla en contra de la autoridad que la realidad nos impone con desidia: “porque sueño, yo no lo estoy”, afirma Leolo para curarse de la vulgar locura de ser sólo unidad y constancia. Leolo muere, recordemos, porque ya no puede soñar, y porque ya no puede soñar, tampoco puede amar… Pero el Domador lo sobrevive y le sobrevive, quizás a todos en algún momento nos llega un instante semejante, ese en el que tenemos la posibilidad de domar nuestros recuerdos o, por el contrario, dejarlos partir, como las golondrinas de los cimacios de la casa de mi abuela:
è dolce e turbatore come i nidi delle cimase
Inédita felicidad la del poema de Montale, inédita porque ha sido escrita en la intimidad para una sola persona… Felicidad lograda la de Leolo y su amor blanco y expansivo por Bianca. Inédita felicidad lograda, como la de los cimacios que emprenden el vuelo desde su capitel.
Primer vuelo turbador: (inédito)
domingo, 2 de marzo de 2014
ALGO CONTIGO: sólo contigo
Quizás aún no tengo la edad suficiente para hacer afirmaciones de este tipo: “Hay gente más pendeja que otra” o “Algunos se enamoran más fácil que otros” o “Todos merecemos segundas oportunidades”. Y digo que “quizás aún no tengo la edad suficiente” porque, si soy un poco honesto, yo tendría que catalogarme en el lado de la gente más pendeja y de la que se enamora más fácil y de la que siente que merece segundas oportunidades. Primero intentaré explicar esto a partir de cierto ejercicio de la razón y, a falta de suficientes recursos racionales, con una canción, como ya comienza a ser hábito en mi blog.
1) HAY GENTE MÁS PENDEJA QUE OTRA porque repite los mismos errores una y otra vez aguardando resultados diferentes, por ejemplo, aquellos, como yo, que lanzamos una piedra a un pozo seco y nos sentamos a esperar el chapoteo del agua, un glup provocador o evocador, que la piedra arrojada en la oscuridad traiga consigo la promesa de una lluvia personal y diminuta; el pendejo aspira el mundo entero, quiere todas las minucias para sí mismo, colecciona sonrisas, movimientos de las ramas de los árboles, iris, alguna que otra nube, voces, palabras cursis, oídos, modos de caminar, se aferra con encono a la amistad y a los gestos de una cordialidad arcaica, casi mítica. Pero el pendejo también hace pendejadas de las que no suele arrepentirse y en esto tal vez reside su fatum tortuoso.
2) ALGUNOS SE ENAMORAN MÁS FÁCIL QUE OTROS, claro, porque es trabajo de un particular tipo de personas fragmentar su vitalidad en miríadas de vidas en las que se recrean amores y posibilidades amorosas. Algo, o mucho, de patología hay en esta actividad ontológica: extraña o fatídica es la vida pendeja de aquel que se hunde con la frecuencia más veloz en miradas y voces ajenas. A este tipo de personas el amor no les parece fácil, que no se confunda el amor fácil con enamorarse más fácil; me explico: hay gente a quien le basta sentarse frente a alguien más para saber, como vidente, si la posibilidad del amor es una razón poética plausible. Y esta propensión, para algunos irracional, razonablemente poética, se expande en el interior ulterior del enamoradizo profesional: sus palabras dan vueltas en su cuello como una espiral mórbida, se fascina de su producción verbal y cuando su pescuezo cruje por el nudo gordiano que lo oprime llora con alegría infantil. Sabe que es más pendejo que aquellos que no se enamoran con la facilidad de beber agua, pero su pendejismo lo asume con excesiva esperanza.
3) TODOS MERECEMOS SEGUNDAS OPORTUNIDADES es una mentira encubierta que el pendejo y enamoradizo nato se repite a sí mismo en el fondo del silencio bullicioso que lo acompaña. Y para ilustrar este principio no axiomático sobran imágenes, pero hay muy específica: la del rogón, que con fehaciente cara de pendejo, no detiene el torrente de sus súplicas en aras de nutrir el amor unidireccional que lo quema por dentro. El que ruega, de pie o hincado, lo hace porque se dice a sí mismo que merece una segunda oportunidad, o una infinidad de segundas oportunidades, porque llega a ocurrir que, en contra de lo que este tipo de personalidad esperaba, le fue concedida la tan ansiada segunda oportunidad, pero como es un gran pendejo pues la cagó y una vez más se aferra a la posibilidad de recibir una otra segunda oportunidad. ¿Que si todos merecemos una segunda oportunidad? Aún no tengo la edad suficiente para responder esta pregunta…
CONCLUSIÓN AXIOMÁTICA Y PERSONAL: Me declaro pendejo (en grado mayor del pendejo promedio), me declaro enamoradizo fácil (en grado mayor del enamoradizo promedio) y me declaro, en virtud de las dos declaraciones anteriores, acreedor a una otra segunda oportunidad. Ahora matizaré, con brevedad, lo que quizás no necesita demasiados matices: me enamoro muy fácil, sí, desde niño, porque a los seis o siete años la telaraña del pendejismo había recubierto mi interior con su tela sutil y pegajosa, empalagosa también, pero desde hace muchos años me enamoro una y otra vez, con excesiva facilidad, de la misma mujer, de la güerita atómica que conocí en Praga hace nueve años, esa que derramó su espagueti con salsa de jitomate en su camiseta blanca en nuestra primera cita, la de los ojos verdes que cambian de color con quien compartí un beso por vez primera en Hrbitov Vysehrad… La mujer cuyo nombre es Kim Strong: “no quiero morirme sin tener algo (más) contigo…”
Yo no quiero controlar tu vida, como se afirma en la letra
de la canción, sólo quiero continuar compartiendo
la mía contigo.
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